Por razones históricas hay zonas rurales de Portugal en las que existen muchos analfabetos entre las personas mayores debido a que en su infancia la escolarización no era obligatoria. Pero otras personas de esa misma zona, con el mismo nivel socioeconómico y profesión, aunque tampoco tuvieron escolarización, por determinadas circunstancias, sí que aprendieron a leer y escribir. Con lo cual existe una situación ideal para comprobar los efectos cognitivos y neuronales del aprendizaje de la lectura entre los dos grupos similares en todo, excepto en que uno sabe leer y el otro no.
Se llevaron a cabo diversas investigaciones de mano de expertos en la materia, y pudieron constatar cómo los analfabetos tenían muchas dificultades para descomponer las palabras en sonidos (capacidad de segmentación fonológica), lo que muestra la estrecha correlación que existe entre conciencia fonológica y lectura. Además, comprobaron que los analfabetos presentaban importantes dificultades para repetir pseudopalabras, puesto que tendían a convertirlas en palabras (ej: ardario -> armario). Cuando compararon la actividad cerebral de ambos grupos mediante neuroimagen mientras repetían pseudopalabras observaron que las personas que sabían leer tenían mayor activación en el área temporal izquierda (área del lenguaje), mientras que los analfabetos tenían mayor activación en los lóbulos frontales, en concreto las zonas encargadas de la recuperación de los recuerdos.
La interpretación que se hace de estos datos es que los lectores realizaban la repetición de la pseudopalabras como una tarea lingüística sin más, mientras que para los analfabetos era más una tarea de recuerdo, como si esas pseudopalabras existiesen y las estuviesen buscando en su memoria.
Por ello, es bastante claro que las transformaciones que el aprendizaje de la lectura produce en el cerebro no se limitan a la actividad lectora, ya que la lectura se basa en estructuras cerebrales desarrolladas para el lenguaje oral, debido a que se trata de una adquisición demasiado reciente como para haber desarrollado sus propias estructuras neuronales (piénsese que ha sido sólo en los últimos pocos años cuando la lectura se ha extendido a la población general).
Una forma más directa de comprobar los efectos que el aprendizaje de la lectura tiene sobre el cerebro es estudiando mediante neuroimagen los cerebros de niños que están aprendiendo a leer. Así, se analizó la activación cerebral de lectores de 6 a 22 años mientras tenían que detectar líneas superpuestas a garabatos o palabras escritas. Encontraron que las palabras escritas producían activación en el hemisferio izquierdo, pero que esta activación era mayor a medida que aumentaban la edad y la destreza lectora. Por el contrario, había una disminución de actividad en el hemisferio derecho paralela con el incremento en el izquierdo, ya que a mayor edad y destreza lectora menor actividad se producía en el hemisferio derecho.
Estos resultados parecen indicar que el aprendizaje de la lectura produce un cambio de actividad del hemisferio derecho al izquierdo, debido a que a medida que aumenta la destreza lectora cada vez son menos importantes los aspectos visuales de las palabras y más importantes los lingüísticos.
Fuente: Psicología de la lectura, de Fernando Cuetos.
2 comentarios:
El cerebro sigue siendo un enigma para la comunidad cientifica, es un engranaje con demasiado potencial.
Un beso.
Azhaag
Muy interesante, guapi. besitosss
YUROKITA
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