Hay puzzles que encajan a la perfección desde el primer momento en que extiendes las piezas sobre la mesa; también es cierto que son éstos los más simplones, sin demasiado que enseñar y con poco que transmitir.
Pero para los más atrevidos existen esos otros que tienen miles de piezas, chiquititas todas ellas y con una tonalidad semejante. Es entonces cuando toca coger aire y con una sonrisa casi infantil ponerse en acción.
Y he aquí donde otros factores determinarán el futuro de las piezas que se encuentran a la espera en la oscuridad de la caja, quizá un aliciente que nada tenga que ver con el rompecabezas en sí. Un porqué, un estímulo. Ese algo que incite al sujeto, hasta al más impaciente, a situarse ante la mesa y destapar la caja precintada todavía para ponerse manos a la obra en construir su puzzle
Pero para los más atrevidos existen esos otros que tienen miles de piezas, chiquititas todas ellas y con una tonalidad semejante. Es entonces cuando toca coger aire y con una sonrisa casi infantil ponerse en acción.
Y he aquí donde otros factores determinarán el futuro de las piezas que se encuentran a la espera en la oscuridad de la caja, quizá un aliciente que nada tenga que ver con el rompecabezas en sí. Un porqué, un estímulo. Ese algo que incite al sujeto, hasta al más impaciente, a situarse ante la mesa y destapar la caja precintada todavía para ponerse manos a la obra en construir su puzzle
En ocasiones, una palabra, sólo una, y el puzzle tomaría forma.
Si es que ya lo decía José Saramago…
“Una palabra, cuando dicha, dura más que el sonido y los sonidos que la forman, se quedan por ahí, invisible e inaudible para poder guardar su propio secreto, como una especie de simiente oculta bajo tierra, que germina lejos de los ojos, hasta que de repente se abre la tierra y sale a la luz un tallo enrollado, una hoja arrugada que se va desplegando lentamente.”
“Una palabra, cuando dicha, dura más que el sonido y los sonidos que la forman, se quedan por ahí, invisible e inaudible para poder guardar su propio secreto, como una especie de simiente oculta bajo tierra, que germina lejos de los ojos, hasta que de repente se abre la tierra y sale a la luz un tallo enrollado, una hoja arrugada que se va desplegando lentamente.”
Hibris.
1 comentarios:
Bonita reflexion, muy elegante.
Y el texto de Saramago muy bueno, y es que las palabras tienen eco y peso, y eso no lo engulle el silecio.
Un beso.
Azhaag
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