
Normalmente cuando entablamos un tema de conversación un tanto peliagudo con una persona de opinión distinta a la propia, intentamos ponerla en jaque con la pregunta de..."¿Y si te ocurriera esto a ti, qué?" o... aún peor..."¿Y si esto le pasara a tu madre o a tu hijo?".
En ocasiones peco de preguntona, pero...ciertamente si tuviera ante mí al protagonista de la noticia que paso a transmitiros, tras apretar los puños, contar 10 (o 20, o 30...), respirar profundamente y reprimir mis náuseas, le formularía al santo padre este tipo de cuestiones.
Todavía no concibo cómo puede haber tantísima cantidad de gente que se posicione en contra de la atención y la posibilidad de paliar el dolor en los últimos días de la vida de una persona. Diversos sectores entran a formar parte de este debate, desde profesional sanitario hasta el sector eclesiástico, pasando por personas sin preparación alguna o sin apenas conocimiento acerca de la polémica levantada en torno a esta cuestión.
He aquí la brillante declaración de un ilustre ataviado con sotana:
"Cristo murió sin cuidados paliativos, miró a la muerte cara a cara, con confianza, la aceptó con amor y la vivió descansando en los brazos del Padre Celestial”, sentenció el obismo emérito de Pamplona Fernando Sebastían Aguilar. Y se quedó todo pancho, y posiblemente esa noche, tras rezar sus oraciones, durmió cómoda y plácidamente en su cama, sin sentir remordimiento alguno por las palabras pronunciadas.
Y es que, según este hombre, el baremo por el que se mide la dignidad en la muerte es el sufrimiento que le precede, ya que, aunque Jesús no recibió cuidados paliativos, "¿Alguien puede decir que la de Jesús no fue una muerte digna?"
Claro que...cuando se le administraron dichos cuidados al anterior papa, su guía espiritual, se mantuvo calladito, seguramente rezando un padrenuestro.
Amén.
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