“Miguel de Unamuno, en "El Sentido trágico de la vida", señala que el egoísmo es el punto arquimédico del equilibrio moral, pues se nos ordenó que amásenos a los demás como a nosotros mismos, no a nosotros mismos como a los demás.
Concluye Unamuno que el problema estriba en que no nos amamos a nosotros mismos bien. Ya antes, el Zaratustra de Nietzsche recogía esta misma lección: “¡Amad siempre a vuestros prójimos igual que a vosotros, pero sed primero de aquéllos que a sí mismos se aman, que aman con el gran amor, que aman con el gran desprecio”.
Sólo quien se ama convenientemente a sí mismo sabrá cómo amar a los demás y, sobre todo, por qué amarles. Lo cual para Nietzsche NO equivale a dar a los otros exactamente lo mismo que yo quisiera recibir o a tratarlos idénticamente a como me gustaría que me tratasen. Nietzsche suscribiría, sin duda, el dictamen antikantiano de Bernard Shaw: “No trates a los demás tal como tú mismo quieres ser tratado; el gusto de ellos puede ser diferente al tuyo".
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