Permanecía sentada en la silla, con la cabeza apoyada entre las manos. Ante sí tenía un café con leche, medio frío. Entre el ruido de la cafetera y las conversaciones circundantes, ella añoraba la ignorancia de tiempos pasados, su niñez, aquel lugar en que todo era de algodón.
Nunca se habría imaginado, mientras jugaba con las muñecas, que la vida sería un horroroso campo de minas, donde la presencia de un Judas dispuesto a traicionarla no sería algo inaudito.
Muchísimo menos, aquella niña feliz e inocente, se atrevería a profetizar como presencia latente en su futuro un Pilato que, a la primera de cambio, se lavaría las manos. Panorama en exceso malicioso como para tener cabida en una mente todavía sin curtir por los infortunios de la vida.
A medida que avanzaba el segundero, esos personajes grotescos de los libros tomaban forma, cuerpo y nombre en su entorno.
Un Pedro que la niegue tres veces. Y… ¡Cómo no! Más de uno encarnaría el papel de Barrabás que sin ningún mérito sería elegido por la chusma.
La mujer toma un sorbo de café. “No hay de quién fiarse…”, suspira.
Sin olvidarnos de un Lázaro que le hará creer que los milagros son posibles, embriaguez que durará el tiempo que tarde en producirse la injusticia acaecida contra María Magdalena.
Echa una visual a las personas que permanecen en la cafetería tratando de adivinar el personaje que cada una de ellas encarna.
Seguro que se equivoca.
Hibris
Nunca se habría imaginado, mientras jugaba con las muñecas, que la vida sería un horroroso campo de minas, donde la presencia de un Judas dispuesto a traicionarla no sería algo inaudito.
Muchísimo menos, aquella niña feliz e inocente, se atrevería a profetizar como presencia latente en su futuro un Pilato que, a la primera de cambio, se lavaría las manos. Panorama en exceso malicioso como para tener cabida en una mente todavía sin curtir por los infortunios de la vida.
A medida que avanzaba el segundero, esos personajes grotescos de los libros tomaban forma, cuerpo y nombre en su entorno.
Un Pedro que la niegue tres veces. Y… ¡Cómo no! Más de uno encarnaría el papel de Barrabás que sin ningún mérito sería elegido por la chusma.
La mujer toma un sorbo de café. “No hay de quién fiarse…”, suspira.
Sin olvidarnos de un Lázaro que le hará creer que los milagros son posibles, embriaguez que durará el tiempo que tarde en producirse la injusticia acaecida contra María Magdalena.
Echa una visual a las personas que permanecen en la cafetería tratando de adivinar el personaje que cada una de ellas encarna.
Seguro que se equivoca.
Hibris
3 comentarios:
Genial... de lo mejorcito que te he visto hasta la fecha :D
Es un relato, pese a su brevedad, tremendamente visual... la chica leyendo en el cafe, la biblia de por medio, todo el ajetreo y ella alzando la vista intentando encontrar en la barra a esos personajes biblicos... me ha encantado
Un beso guapisima.
Azhaag
Laurys dice: tocalla!!! que blog más chulo, aunque digas que no es difícil de hacer a mí me costaría un mundo!!! Hay muchos de esos que buscan en la cafetería un personaje al que encarnar (sólo leí la última frase porque estoy colocando la habitación y ya ni me acuerdo de si era esa frase jaja), hay que encontrar el sentido a la vida, de una manera o de otra, siempre lo tiene aunque a veces el tiempk demuetsre lo contrario, son sólo palos que te da la vida para que madures, aprndas y encuentres a gente como tú, preguntale al Juli el sentido de su vida, fijo que dice Lauryssssss bueno y su pirmita jajajja un beso de vaca tocallaaaaaaaaaa
Me ha costado un poco situarme en la trama,jajaj.A mi me paso algo parecido,lees un libro te metes tanto tanto en el,ke luego , en la vida real te acontecen cosas similares a las ke tu leiste....a veces la realidad supera la ficcion,tb muy acertado.Alberto.
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