Para muchos la muerte es, en efecto, un estado provisional y, al igual que la enfermedad, puede curarse. A partir de ello se puede hablar de crisis o de ataque de muerte, y establecer una diferencia entre alguien que esté "un poco muerto" y alguien que esté "gravemente muerto". Concebir de este modo la muerte ayuda a resolver el problema filosófico planteado por los psicólogos en el análisis profundo de nuestras reacciones frente a la muerte.
¿Cuál es la duración de la muerte? ¿Y cuánto tiempo puede permanecer en vida una criatura para que la consideremos como un ser vivo?
Evidentemente la respuesta a la segunda cuestión es: "justamente el tiempo necesario para comprobar que está viva". Si la criatura llega a morir, ello no invalida de manera alguna la observación inicial. Esa misma lógica jamás se aplica a la muerte.
Si una criatura considerada muerta vuelve a la vida, decretamos que la observación original era un error.
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Las raíces del problema se hallan en nuestras tradiciones culturales, lingüísticas, sociales, médicas y psicológicas, tradiciones que nos llevan a asociar la muerte de forma estrecha y rígida a la noción de irremediable.
No hay una causa única de muerte y, al igual que se descubrirán terapéuticas contra el cáncer, se encontrarán remedios contra la muerte, pero eso no impedirá que la gente siga muriendo.
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(...)
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Está claro que hay grados en la muerte y que muchos de ellos son reversibles. La muerte aparece menos como un estado definitivo que como una afección temporal. Lo que se ha llamado muerte no es más que un cambio de estado a veces curable. En sí misma, la muerte no tiene realidad médica lógica y sólo existe como una contrucción del espíritu válida en las relaciones entre personas.
Pero hay algo peor: la práctica de cuidados de conservación -embalsamiento mediante inyecciones de formol, por ejemplo- corre el riesgo de producir en un sujeto que todavía no haya estando por completo en la muerte una intoxicación difinitiva y fatal.
Por el contrario, la disposición del cuerpo en un compartimento refrigerado en el depósito de cadáveres durante los últimos días que preceden a la incineración o inhumación, no excluye de forma ineluctable una posibilidad eventual de "resurrección inesperada" y podemos afirmar que algunas personas que hoy viven salieron del depósito de cadáveres.
¿Cuál es la duración de la muerte? ¿Y cuánto tiempo puede permanecer en vida una criatura para que la consideremos como un ser vivo?
Evidentemente la respuesta a la segunda cuestión es: "justamente el tiempo necesario para comprobar que está viva". Si la criatura llega a morir, ello no invalida de manera alguna la observación inicial. Esa misma lógica jamás se aplica a la muerte.
Si una criatura considerada muerta vuelve a la vida, decretamos que la observación original era un error.
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Las raíces del problema se hallan en nuestras tradiciones culturales, lingüísticas, sociales, médicas y psicológicas, tradiciones que nos llevan a asociar la muerte de forma estrecha y rígida a la noción de irremediable.
No hay una causa única de muerte y, al igual que se descubrirán terapéuticas contra el cáncer, se encontrarán remedios contra la muerte, pero eso no impedirá que la gente siga muriendo.
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Está claro que hay grados en la muerte y que muchos de ellos son reversibles. La muerte aparece menos como un estado definitivo que como una afección temporal. Lo que se ha llamado muerte no es más que un cambio de estado a veces curable. En sí misma, la muerte no tiene realidad médica lógica y sólo existe como una contrucción del espíritu válida en las relaciones entre personas.
Pero hay algo peor: la práctica de cuidados de conservación -embalsamiento mediante inyecciones de formol, por ejemplo- corre el riesgo de producir en un sujeto que todavía no haya estando por completo en la muerte una intoxicación difinitiva y fatal.
Por el contrario, la disposición del cuerpo en un compartimento refrigerado en el depósito de cadáveres durante los últimos días que preceden a la incineración o inhumación, no excluye de forma ineluctable una posibilidad eventual de "resurrección inesperada" y podemos afirmar que algunas personas que hoy viven salieron del depósito de cadáveres.
(Fragmento: "Los enterrados vivos" del Dr. Péron-Autret)
1 comentarios:
Lo que me contastes por encima acerca de este libro parece sumamente interesante, yo pensaba que la catalepsia como tal, la llamada muerte aparente, no era mas que un mito.
Habra que hacerse con el...
Buena entrada.
Un beso.
Azhaag
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