Fragmentos

La verdadera locura quizá no sea otra cosa que la sabiduría misma que, cansada de descubrir la vergüenza del mundo, ha tomado la inteligente resolución de volverse loca.
(Enrique Heine)

El pasado es un inmenso pedregal que a muchos les gustaría recorrer como si de una autopista se tratara, mientras otros, pacientemente, van de piedra en piedra, y las levantan, porque necesitan saber qué hay debajo de ellas.
(José Saramago. El viaje del elefante.)

Tengo 47 años, ¿y sabes cómo me he matenido vivo tanto tiempo, todos estos años? Miedo... el espectáculo de actos terribles. Si alguien me roba, le corto las manos; si me insulta, le corto la lengua; si se rebela contra mí, clavo su cabeza en una estaca, y la pongo bien alta, para que puedan verla todos. Eso es lo que mantiene vivo el orden de las cosas: el miedo.
(Gans of New York)


"He visto un caracol, se deslizaba por el filo de una navaja, ese es mi sueño, más bien mi pesadilla, arrastrarme, deslizarme por todo el filo de una navaja de afeitar, y sobrevivir."
(Apocalypse Now)



Los literatos chinos.

Aquí os dejo un intersante texto de Weber donde alude a la educación y a su valoración social:

Durante 12 siglos, en China, el rango social se ha determinado más de acuerdo con la calificación para el ejercicio de cargos públicos que según la riqueza. Esta calificación ha sido determinada, a su vez, por la educación y, sobre todo, por los exámenes (...). Los literatos fueron los depositarios del progreso hacia una administración racional y de toda la “intelectualidad”.

(...) En China los literatos han sido decididamente el estrato dominante durante más de dos mil años, y aún siguen siéndolo. Su dominio ha sido ininterrumpido; a menudo ha contado con una apasionada oposición; pero simplemente logró renovarse y expandirse. Según los Anales, en 1446, el emperador concedió por primera vez a los literatos, y sólo a éstos, el tratamiento de “su señoría”.

(...) Los literatos se remontan, al menos en lo esencial, a los descendientes, probablemente hijos menores, de familias feudales que adquirieron una educación literaria, sobre todo un conocimiento de la escritura y la literatura. El conocimiento de la escritura también estaba al alcance del plebeyo; aun cuando, si se tiene en cuenta el sistema de escritura china, a éste le hubiese resultado difícil llegar a dominarlo. Pero si ello sucedía, el plebeyo compartía el prestigio de cualquier otro erudito. Incluso durante el periodo feudal, el estrato de literatos no fue -hereditario ni exclusivo- otra diferencia con los brahmanes (...).

La relación de los literatos con el grupo ha cambiado de naturaleza (con el transcurso del tiempo). Durante el periodo de los estados feudales, las diversas cortes compitieron por los servicios de los literatos, los cuales iban en busca de oportunidades de poder y, no lo olvidemos, de las mejores oportunidades de ingresos posibles. Se formó todo un estrato de “sofistas” ambulantes (che-che), comparable a los caballeros y sabios andantes de la Edad Media occidental. También hubo literatos chinos que, en principio, no ocuparon ningún cargo. Estes estrato libre y móvil de literatos fue el depositario de las escuelas y antagonismos filosóficos, situación comparable a las que se dieron en la India, la Antigüedad helénica y la Edad Media con sus monjes y sabios. Sin embargo, los literatos, como tales, se consideraban integrados en un grupo de estatus unitarios. Se atribuían honores de estatus comunes y se sentían unidos como únicos depositarios de la homogénea cultura china.

Normalmente los literatos chinos deseaban ingresar al servicio de un príncipe por considerarlo tanto una fuente de ingresos como un campo normal de actividad. Confucio, y también Lao-tsé, fueron funcionarios antes de comenzar a vivir como maestros y escritores, sin relación ya con el cargo público. En efecto, esta orientación se fue mostrando cada vez más importante y exclusiva. En el Imperio unificado, los príncipes se vieron sin oportunidades de competir con los literatos. Éstos y sus discípulos empezaron a competir entonces por los cargos existentes, y este proceso no podía dejar de plasmarse en una doctrina ortodoxa unificada, adaptada a la situación. Esta doctrina sería el confucionista.

(...) Dos cosas fueron, por tanto, peculiares de la educación superior china. En primer lugar, ésta fue totalmente no militar y puramente literaria, como lo han sido todas las educaciones establecidas por sacerdotes. En segundo lugar, se llevó al extremo su carácter literario, esto es, su carácter escrito. En parte, ello parece haber sido consecuencia de la peculiaridad de la escritura china y del arte literaro de ésta derivado. Puesto que la escritura conservó su carácter pictórico y no fue racionalizada en una forma alfabética, como las creadas por los pueblos comerciantes del Mediterráneo, el producto literario iba dirigido a la vista y al oído a la vez, y esencialmente más a la primera (...).

Como grupo de estatus, los literatos gozaban de privilegios, incluso cuando sólo se habían examinado aunque no tenían empleo. Una vez reforzada su posición, los literatos recibían privilegio de estatus. Entre éstos, los más importantes fueorn: primero, exención de la sórdida munera, la corvée; segundo, exención del castigo corporal; tercero, prebendas (estipendios). Durante largo tiempo, se redujo mucho la importancia de este tercer privilegio, debido a la situación financiara del Estado. Los seng (bachilleres) seguían recibiendo estipendios de 1000 dólares al año bajo condición de someterse cada tres o seis años a los exámenes del Chu jen o Maestro.



(Del libro: Sociología de la Educación. Regina Jiménez-Ottalengo)

Psicología: Efectos del aprendizaje de la lectura sobre el cerebro.


Por razones históricas hay zonas rurales de Portugal en las que existen muchos analfabetos entre las personas mayores debido a que en su infancia la escolarización no era obligatoria. Pero otras personas de esa misma zona, con el mismo nivel socioeconómico y profesión, aunque tampoco tuvieron escolarización, por determinadas circunstancias, sí que aprendieron a leer y escribir. Con lo cual existe una situación ideal para comprobar los efectos cognitivos y neuronales del aprendizaje de la lectura entre los dos grupos similares en todo, excepto en que uno sabe leer y el otro no.

Se llevaron a cabo diversas investigaciones de mano de expertos en la materia, y pudieron constatar cómo los analfabetos tenían muchas dificultades para descomponer las palabras en sonidos (capacidad de segmentación fonológica), lo que muestra la estrecha correlación que existe entre conciencia fonológica y lectura. Además, comprobaron que los analfabetos presentaban importantes dificultades para repetir pseudopalabras, puesto que tendían a convertirlas en palabras (ej: ardario -> armario). Cuando compararon la actividad cerebral de ambos grupos mediante neuroimagen mientras repetían pseudopalabras observaron que las personas que sabían leer tenían mayor activación en el área temporal izquierda (área del lenguaje), mientras que los analfabetos tenían mayor activación en los lóbulos frontales, en concreto las zonas encargadas de la recuperación de los recuerdos.
La interpretación que se hace de estos datos es que los lectores realizaban la repetición de la pseudopalabras como una tarea lingüística sin más, mientras que para los analfabetos era más una tarea de recuerdo, como si esas pseudopalabras existiesen y las estuviesen buscando en su memoria.

Por ello, es bastante claro que las transformaciones que el aprendizaje de la lectura produce en el cerebro no se limitan a la actividad lectora, ya que la lectura se basa en estructuras cerebrales desarrolladas para el lenguaje oral, debido a que se trata de una adquisición demasiado reciente como para haber desarrollado sus propias estructuras neuronales (piénsese que ha sido sólo en los últimos pocos años cuando la lectura se ha extendido a la población general).

Una forma más directa de comprobar los efectos que el aprendizaje de la lectura tiene sobre el cerebro es estudiando mediante neuroimagen los cerebros de niños que están aprendiendo a leer. Así, se analizó la activación cerebral de lectores de 6 a 22 años mientras tenían que detectar líneas superpuestas a garabatos o palabras escritas. Encontraron que las palabras escritas producían activación en el hemisferio izquierdo, pero que esta activación era mayor a medida que aumentaban la edad y la destreza lectora. Por el contrario, había una disminución de actividad en el hemisferio derecho paralela con el incremento en el izquierdo, ya que a mayor edad y destreza lectora menor actividad se producía en el hemisferio derecho.
Estos resultados parecen indicar que el aprendizaje de la lectura produce un cambio de actividad del hemisferio derecho al izquierdo, debido a que a medida que aumenta la destreza lectora cada vez son menos importantes los aspectos visuales de las palabras y más importantes los lingüísticos.

Fuente: Psicología de la lectura, de Fernando Cuetos.

Fragmento: La soledad era esto. Juan José Millas.

"Bueno, pues la soledad era esto: encontrarte de súbito en el mundo como si acabaras de llegar de otro planeta del que no sabes por qué has sido expulsada.(...)

La soledad es una amputación no visible, pero tan eficaz como si te arrancaran la vista y el oido y así, aislada de todas las sensaciones exteriores,de todos los puntos de referencia, y sólo con el tacto y la memoria, tuvieras que reconstruir el mundo, el mundo que has de habitar y que te habita."

(José Millas, Juan. La soledad era esto)

El beso, de Gustav Klimt



Quizá sea este el cuadro más conocido y aclamado del pintor austríaco Gustav Klimt (1862-1918). He de reconocer que no es uno de esos cuadros que me gustaron desde un primer momento en que lo vi, pero sí cautivó mi atención desde la primera vez en que mis ojos se posaron sobre él. Desde aquella primera ocasión, son innumerables las veces en que me vi contemplándolo: revistas, páginas web, paredes de cafeterías, bibliotecas..., diversos lugares que eligieron EL BESO para decorar, ilustrar y complementar parte de su diseño. He de reconocer que hoy se encuentra entre uno de mis preferidos, tiene fuerza, valentía, ilusión, amor, respeto...

Klimt, un hombre que acostumbraba a pintar mujeres desnudas, generalmente procedentes de la burguesía vienesa, pero también contaba un amplio número de prostitutas a las que acudía para dejar que su pincel describiera maravillas sobre el lienzo. Klimt, un hombre que eligió la pintura como su modo de expresarse, su refugio y su ilusión, su vida.
Hoy he decidido que fuera su cuadro el que brillara sobre el fondo negro de este blog,


Él dijo:

"Estoy convencido de que no soy una persona especialmente interesante. No hay nada especial en mí. Soy pintor, alguien que pinta todos los días de la mañana a la noche. Figuras, paisajes; de vez en cuando, retratos. Las palabras, habladas o escritas, no me salen con facilidad, especialmente cuando tengo que decir algo sobre mí mismo o sobre mi trabajo. (...) Si alguien quiere descubrir algo en mí (...) puede contemplar atentamente mis pinturas y tratar de descubrir a través de ellas lo que soy y lo que quiero".


Soneto de la dulce queja. F. García Lorca.

Recuerdo a un profesor de literatura que me impartió clases en el instituto, un loco amante de los libros. Nos decía a menudo, tras recitarnos con su voz grave y profunda un poema, que siempre deberíamos comenzar el día leyendo unos versos.
Este soneto, que leí hace unas horas de casualidad, me ha traído a la memoria su pelo blanco y su pasión por los versos que inundaban el aula cuando nos leía, consiguiendo, por espacio de unos minutos, que el silencio abrazara suavemente sus palabras.

Aquí os lo dejo:


Soneto de la dulce queja


Tengo miedo a perder la maravilla
de tus ojos de estatua, y el acento

que de noche me pone en la mejilla

la solitaria rosa de tu aliento.


Tengo pena de ser en esta orilla
tronco sin ramas; y lo que más siento

es no tener la flor, pulpa o arcilla,

para el gusano de mi sufrimiento.


Si tú eres el tesoro oculto mío,
si eres mi cruz y mi dolor mojado,

si soy el perro de tu señorío,


no me dejes perder lo que he ganado
y decora las aguas de tu río

con hojas de mi otoño enajenado.



Federico García Lorca

El sentir de un lector.

Al lector de pronto se le llenaron los ojos de lágrimas,
Y una voz cariñosa le susurró al oído:

-¿Por qué lloras, si todo en este libro es de mentira?

Y él respondió:

-Lo sé; pero lo que yo siento es de verdad.

(Ángel González)

El tiempo


Una de las descripciones más bellas que he leído acerca de nuestro amigo El Tiempo, de la mano de Juan José Millás, uno de los hombres que más calma es capaz de tranmitir escuchándolo hablar. Aquí os lo dejo:



"A veces los segundos hieren más que los minutos o las horas, más que los días, los meses o los años. Esas puntas de aguja, esos residuos afilados, esas esquirlas temporales penetran en la piel o en el ánimo como limaduras de acero y, aun sin provocar heridas visibles, matan como puñales. Cuatro segundos de asfixia valen por cientos de horas de dolor. Dos segundos de humillación profesional anulan una carrera de éxito. Los cinco segundos de sufrimiento muscular que preceden al infarto son cinco siglos de amargura. No diremos nada de las décimas de segundo que en las pruebas deportivas separan al campeón del aspirante...
Contamos los días en horas para hacernos la ilusión de que el tiempo, como el dinero o los afectos, tiene una porción de calderilla, pero todo lo realmente importante nos sucede en cosa de segundos."

(Juan José Millás)

Teaserland, I Festival de tráileres falsos.

En cuántas ocasiones hemos acudido a ver el tráiler de una película para saber si ésta puede ser de nuestro agrado antes de acudir a la sala de cine, o cuántas veces los hemos visto por verlos, simplemente, siendo atrapados por alguno de ellos irremediablemente: "Esta no me la puedo perder", pensamos incluso antes de terminar el tráiler.
Pues he aquí una idea cuanto menos original; se trata de un concurso en el que los participantes deben hacer uso de todo su ingenio e imaginación con el fin de conseguir seducir al espectador en tan solo 90 segundos. Es la primera vez que se lleva a cabo este festival, y será a través de la red como los internautas podremos elegir a los finalistas a través de la dirección web
http://www.teaserland.com/ .

Pero no consiste en tráilers de próximos estrenos, sino que lo novedoso del proyecto es que se trata de contar una historia en 90 minutos que enganche y que es a la par falsa, es decir, no se estrenará ninguna película con esa trama, a lo sumo dará ideas a posibles cineastas que la pillen al vuelo y se sirvan de ella para crear su largometraje. Seguro que más de uno de los vídeos participantes será el germen de buenas producciones.
Ya son varios los cineastas que se han apuntado al evento, entre otros destaba Isabel Coixet, Juan Cruz, Juan Antonio Bayona, Jaime Rosales etc

Será a partir del 4 de octubre cuando arranque el concurso, así que nada, a todos los que os apetezca ser seducidos en 90 minutos, pasaros por la web y participad en la elección.

Prefacio: Insight, de Bernard Lonergan

El ser humano puede escalar la cima de su ser interior y también puede no caer en la cuenta de la posibilidad de esa ascención; o bien puede iniciar la escalada pero sólo para perderse en ella.
Pero si llega a reconocerse como en realidad es, llegará a saber que se encuentra en el mundo para verse afligido con preguntas a las que no responde y con aspiraciones que no cumple.
Pues esta es la paradoja del ser humano, que por naturaleza es siempre mucho menos de lo que puede llegar a ser; y la tragedia humana consiste en que la verdad que lo representa como en realidad es, puede convertirse en una cortina de hierro que frustre lo que él deveras quisiera y pudiera ser.

(Bernard Lonergan, Prefacio de Insight, Estudio Sobre La Comprensión Humana)

Pinetop Perkins

...y para acompañar el calor, os dejo un poquito de buena música, que la disfrutéis.

"Las personas del blues no tenemos carreras, sino vidas. Toda mi vida ha sido un blues, un largo y hermoso blues" (Pinetop Perkins).

Fragmento: Las trece rosas, de Jesús Ferrero


Su hombre no tenía nombre y parecía un ruso. Era el ruso sin nombre. Largo como un abedul, de rostro anguloso y mirada firme y a la vez tierna y a la vez viril y a la vez frágil y a la vez... Llegó a creer que su hombre existía realmente, hasta que, pasado un tiempo empezó a notar que el ruso ya no acudía a sus sueños, y pensó que había muerto. Entonces Martina se partió en dos. Una de sus mitades se quedaba en la cárcel y la otra sobrevolaba amplias regiones del mundo en busca del que había huido de su sueño. Sobrevolaba la estepa rusa en unos segundos. Allí no estaba su hombre. Sobrevolaba Europa. Allí tampoco. Sobrevolaba Madrid. ¿Cómo iba a estar en Madrid su hombre? Sobrevolaba la sierra.

Por fin lo veía junto a un río. Oh, Dios mío. Su hombre junto a un río caudaloso. Veía sus ojos tristes. El hombre miraba al río con pesadumbre. Daba la impresión de que quería suicidarse. El hombre estaba pensando en ella. Martina podía entrar en la mente de su hombre, podía leer sus pensamientos. Y él estaba pensando en mí, se dijo a mí misma. No me conoce y sin embargo me lleva tatuada en el cerebro.

-¿Con quién hablas? -le preguntó Ana

Martina se sobresaltó

-Con nadie

-¿Seguro?

-Estaba soñando despierta -reconoció.

Ana la miró con preocupación y dijo:

-¿Quién te lleva tatuada en el cerebro?

Martina sonrió con tristeza y contestó:

-Alguien que se ha perdido por no encontrarme...

-Y tú te has perdido por no encontrarlo a él...

-Así es.

-¿Hablas en serio?

-Naturalmente -dijo Martina, y miró a Ana con desdén-. Tiene que haber alguna verdad en nuestros sueños, alguna realidad. No pueden ser sólo deseo. A veces son demasiado precisos, demasiado reales. ¿Por qué? ¿Para qué? Cuando son muy reales traspasan su propia frontera, yo lo sé. Entonces dejan de ser simples sueños, y se convierten...

-¿En qué?

-En una luz obsesiva, en una luz envolvente, que quiere iluminar más de lo que podemos ver. Tú no puedes conocer los límites del sueño, de cualquier sueño. Para conocer los verdaderos límites de un sueño habría que tener la cabeza inmensamente despierta, casi tan despierta como Dios. Quizá ese hombre del que te hablo se cruzó conmigo alguna vez en Madrid, en plena guerra... Quizá pertenecía a las Brigadas Internacionales... Quizá estuvimos a punto de encontrarnos, quizá hasta nos vimos, en un abrir y cerrar de ojos, en la parada del tranvía... Y ahora estamos condenados a soñarnos por no haber sabido reconocernos. ¿No te parece una tragedia? Ni siquiera estoy segura de haberlo visto y sin embargo podría escribir una novela sobre su vida.
.
(Ferrero, Jesús. Las trece rosas, p 119-120.)

Avicena, un adelantado a su época.

La figura más representativa de la medicina árabe fue Avicena (980-1037 aprox), llamado "el príncipe de los médicos". Este hombre tenía ya desde temprana edad una gran ambición: saber. Leía y leía todo lo que caía en sus manos. Se sabía de memoria el Corán y devoraba libros de medicina, astronomía, física, filosofía, matemáticas etc. Cuando curó al emir Nuh ibn Mansur de una intoxicación por plomo, pidió como recompensa que le dieran autorización para entrar en la biblioteca real y continuar allí su periplo por los vastos templos del conocimiento. Llegó a conseguir una gran fama y a ser venerado en toda Persia.
Ha dejado, además, un amplio legado de todos sus estudios, sobre todo en medicina. En sus escritos Avicena hizo frecuentes alusiones a la histeria, la epilepsia, las reacciones maníacas y la melancolía. El siguiente caso muestra su enfoque particular del tratamiento de un joven príncipe que padecía un trastorno mental:

"Un cierto príncipe... sufría de melancolía y tenía la ilusión de creerse una vaca...; mugía como ese animal y causaba molestias a todo el mundo, gritando: "Mátenme y así se podrá hacer un buen guiso de carne"; por último, dejó de comer totalmente... Se convenció a Avicena de que tomara ese caso... En primer lugar, le envió una carta al paciente dándole la buena nueva de que el carnicero se dirigía hacia él para matarlo, a lo cual... el enfermo se alegró. Poco tiempo después, Avicena, sosteniendo un cuchillo en la mano, entró en la habitación diciendo: "¿Dónde está la vaca para que la mate?" y éste mugió para indicar dónde se encontraba. A la orden de Avicena, fue tendido en el suelo, atado de pies y manos; entonces Avicena le palpó todo el cuerpo y dijo: "Está demasiado flaco y todavía no está listo para el matadero; debe engordar". Así, le ofrecieron una comida conveniente de la cual participó con gusto el enfermo; y poco a poco recuperó su fuerza, se libró de la ilusión y se curó del todo."

Lamentablemente, la mayoría de los médicos coetáneos de Avicena tenían un enfoque de la enfermedad mental muy diferente.

La tentación de existir. E. M. Cioran

"No reducirse a una obra; sólo hay que decir algo que pueda susurrarse al oído de un borracho o de un moribundo." decía el irónico, punzante y pesimista filósofo rumano. Para el la sociedad es una especie miserable que crea falacias absurdas sobre las que cimentar su felicidad. Religiones, actos políticamente correctos, ideologías deterministas. Todo ello conforma el mundo del que Cioran se intentó alejar. Odiaba las costumbres, los hábitos mundanos, las situaciones corrientes que todo el mundo catalogaba como "normal". Cioran, de hecho, vivió como un extraño en su tiempo, algo que quedó plasmado en sus obras y le hará perpetuarse como el filósofo apático, angustiado por una vida que le parecía insípida, aburrida, gris y tremendamente vacía.

Os dejo un fragmento de "La tentación de existir", un título ya sugerente de por sí.

"Por cobardía sustituimos la sensación de nuestra nada por la sensación de la nada. Y es que la nada general apenas nos inquieta: vemos en ella demasiado a menudo una promesa, una ausencia fragmentaria, un callejón sin salida que se abre. Durante largo tiempo me obstiné en hallar a alguien que lo supiera todo sobre sí mismo y sobre los otros, un sabio-demonio, divinamente clarividente. Cada vez que creía haberlo encontrado, debía, tras un examen, cambiar de opinión: el nuevo elegido tenía todavía alguna mancha, algún punto negro, no sé qué recoveco de inconsciencia o de debilidad que le rebajaba al nivel de los humanos. Percibía yo en él huellas de deseo o de esperanza, o algún residuo de pesar. Su cinismo era manifiestamente incompleto. ¡Qué decepción! Y proseguía siempre mi búsqueda y siempre mis ídolos del momento pecaban en algún aspecto: el hombre estaba presente en ellos, oculto, maquillado o escamoteado. Acabé por comprender el despotismo de la especie, y por no soñar más que con un no-hombre, con un monstruo que estuviese totalmente convencido de su nada. Era una locura concebirlo: no podía existir, ya que la lucidez absoluta es incompatible con la realidad de los órganos."


("La tentación de existir" Emile Michel Cioran)

Mis mayores.

A veces cuando estoy sentada en algún parque me gusta observar a una persona y tratar de vislumbrar a través de sus gestos, su atuendo y su quehacer, lo que puede estar sintiendo, pensando o sucediendo en su vida; incluso a veces en un alarde de novelista me figuro cómo sería toda su vida, fabricándole un árbol genealógico a medida y colgándole unas aventuras sobre sus espalda que yo misma le brindé. Una lotería sirviéndome de lo que el físico de la persona me puede ofrecer.
Generalmente mi objetivo suele ser una persona mayor, de esas que transmiten una ternura tal que lo que más te apetece es levantarte y darle un abrazo. Esas que con su serenidad crean a su alrededor un aura de tranquilidad y sosiego. Allí nada malo puede suceder.

Es la estación de tren uno de los lugares que frecuento a menudo y en los que siempre me encuentro con numerosas personitas enjutas y arrugadas sentadas en los bancos, con la mirada perdida en algún punto indefinido, en cuyas pupilas todavía queda resquicios de una vida que se consume pero que todavía pervive; y por ello conservan un brillo minúsculo en el mismo centro, un brillo tan apagado que duele, pero que grita a los cuatro vientos que todavía está allí, que todavía ve y todavía puede ser mirado.
Y siempre me pregunto qué es lo que empuja a estas personas a sentarse, tarde tras tarde, en la estación de ferrocarril, viendo llegar y marchar los trenes. Observar cómo la gente baja las maletas, las sube, abraza a sus familiares, se despide de su pareja, compra patatas para el viaje y corre porque está a punto de llegar la hora de salida y... “o tren non espera neniña”.

Los hombres que ocupan los bancos de piedra de la estación acostumbran vestir un jersey oscuro o una camisa a cuadros o de rayas, con pantalones de tela también oscuros, raramente vaqueros. Ellas, las mujeres, llevan un jersey de cuello redondo y una falda por debajo de la rodilla, generalmente azul marina, marrón o negra. Otras veces, las menos, llevan pantalones, de tela, de la misma tonalidad que la falda. El bolso que éstas últimas guardan con recelo sobre sus rodillas suele ser negro, no muy grande, pero suficiente para guardar las llaves, el pañuelo, la cartera y ve tu a saber qué rarezas esconden esas pieles negras. Quizá un pequeño estuchito donde guardan un mechón de pelo de su viúdo, o el primer diente de leche que le cayó a su nieto. O posiblemente un rosario permanezca enroscado en una esquina de la tela, esperando unas oraciones que alimentan la esperanza y disipan el aburrimiento. Es como aquel que envía mensajes al espacio, tan de moda últimamente, con la ilusión de que en alguna estrella alguien pueda escucharlo.
Las oraciones se lanzan al vacío, al vacío que cada uno alberga.

...Y la escena se repite invariablemente. Clavan los ojos en ti cuando arrastrando la maleta pasas antes los asientos que ocupan, y si tienes la suerte de encontrar alguno libre para acomodarte a leer mientras esperas la llegada de tu tren, notarás cada segundo la mirada clavada en tu cogote o en tu frente. Te estarán analizando de arriba a abajo, y alguno quizá sienta curiosidad por el volumen que tienes en las manos. Puede que entonces decidas cerrar el libro y observarlos tu también a ellos. Basta con una sonrisa, solamente una leve inclinación de los labios en señal de simpatía, para que éstos te dediquen su primera frase, y así comenzar una conversación, que aunque breve, sustancial.

Entres sus valiosos conocimientos se encuentra el saber qué tonalidad exacta emplear para cautivarte, para conseguir que sus palabras se amolden en tu cabeza entre los filamentos gruesos y monótonos del día a día. Allí escogen su lugar, para ser, en el momento menos indicado, recordadas. Las palabras de un viejecito o viejecita sentado en la estación de tren cobrarán vida entonces. No habrá sido en valde sus tardes de desidia ante dos vías estáticas y unas cuantas locomotoras transportando vida. En realidad, sus breves frases consiguieron insuflarme energía en algún momento, y eso...eso es un don que sólo ellos tienen.


Hibris


Rima II. Gustavo Adolfo Bécquer.

Ahora le toca el turno a uno de los grandes, os dejo con una pequeña rima del poeta de los poetas:

Yo me he asomado a las profundas simas
de la tierra y del cielo,
y les he visto el fin o con los ojos
o con el pensamiento.
Mas ¡ay! de un corazón llegué al abismo
y me incliné un momento,
y mi alma y mis ojos se turbaron:
¡Tan hondo era y tan negro!

Del “Libro de los gorriones” 1868
Rima II (Gustavo Adolfo Bécquer)